Felguérez fue parte del movimiento de la Ruptura, que rompió con los cánones del muralismo nacionalista y abrió paso a nuevas estéticas más universales y abstractas. Su trabajo se alejó de la narrativa política para explorar otros lenguajes visuales, integrando elementos del arte geométrico, el informalismo y la tecnología.

El Museo de Arte Moderno (MAM), en la Ciudad de México, guarda una buena parte de su legado, incluyendo piezas clave como La gaviota —que ya anticipaba su interés por la abstracción y el color— y dos esculturas monumentales exhibidas de forma permanente: México 68 (El barco), que originalmente iba a instalarse en la Villa Olímpica, y Crisálida, una relectura de un viejo Volkswagen convertido en escultura futurista.

Uno de sus proyectos más ambiciosos fue Máquina estética, una obra pionera en la relación entre arte, ciencia y lenguaje computacional, que lo colocó como un adelantado de su tiempo en la exploración de la inteligencia artificial aplicada a la creación artística.

Felguérez también dejó huella en el espacio público con obras como Puerta 1808, instalada entre Reforma y Juárez, donde su lenguaje abstracto convive con el bullicio urbano.

Más allá de su producción artística, fue pieza clave en la creación del Museo de Arte Moderno y un impulsor del arte contemporáneo en México. A cinco años de su partida, su obra no ha perdido vigencia: sigue hablándole al presente y, con igual fuerza, al futuro.